martes, 13 de septiembre de 2016

CUEVA DE EL PENDO (Camargo, Santander)

Uno de los slogans con los que se presenta Santander es el de Cantabria Infinita, por la diversidad de parajes que conserva, y entre ellos se encuentra la cantidad de cuevas prehistóricas que se han preservado hasta nuestros días.
En pleno valle de Camargo, en la localidad de Escobedo, se localiza la cueva El Pendo, ha sido una de las primeras cuevas descubierta en la cornisa cantábrica y fue declarada Patrimonio de la Humanidad, en 2008.
Esta cueva se formó durante miles de años, el arroyo que recorre la sierra del Peñajarao fue erosionando la roca del farallón calizo donde se abre la gruta, abriéndose paso y confirmando un conducto subterráneo por lo que las aguas superficiales de escorrentía alcanzan el nivel freático.
Posteriormente, los estratos de caliza dispuestos de forma horizontal fueron desplomándose, y los grandes bloques que cayeron desde el techo y paredes fueron sepultando el suelo de ocupación. Todo este proceso geológico ha dado lugar a una oquedad con una amplia boca y un vestíbulo extenso.
Esta cavidad fue descubierta por Marcelino Sanz de Sautuola, que era muy aficionado a la arqueología, y en los años 1870 al 1880 se dedicó a explorar las tierras de Santander en busca de los orígenes de sus habitantes. Y encontró la cueva El Pendo, donde descubrió un gran número de restos óseos  que algunos de ellos estaban tallados, así como, restos de dientes de animales y objetos de pedernal tallado. Durante varios años se realizaron varios sondeos y catas, pero fue con el arqueólogo Hermilio Alcalde del Río, en 1907, quién realizó la primera referencia estratigráfica de la cueva y también quién descubre los primeros grabados, en concreto lo que se estima un ave en la parte más profunda de la cavidad y un posible caballo.
Han sido muchas las intervenciones que se han llevado a cabo tanto dentro como fuera de la cavidad, y han sido varios los equipos que han trabajado, entre los que destacan los dirigidos por los arqueólogos  Jesús Carvallo y Larín, Julio Martínez Santa Olalla y Ramón Montes. Por eso, la cueva El Pendo, es uno de los yacimientos más citados en la historiografía arqueológica de la Península Ibérica. Sus numerosas intervenciones han dado para publicar tres monografías  y numerosos trabajos: La primera de ellas fue publicada por el padre Jesús Carvallo y Larín, en 1933, fue seguida por la llevada a cabo por J. González Echegaray, en 1957 y la tercera por Ramón Montes y Juan Sanguino, en 2001, que viene a dilucidar los últimos hallazgos.
La secuencia estratigráfica que abarca la cueva del Pendo es del Paleolítico Medio hasta la Edad del Bronce, que comprende desde hace 84.000 años hasta 1.500 años atrás. Los primeros habitantes de la cueva fueron los neandertales, que ocuparon las cuevas como lugar de hábitat. De sus ocupaciones han quedado miles de restos acumulados en depósitos de hasta 5 metros. A través de ellos sabemos que los neandertales fabricaban utensilios sobre sílex obtenidos de sus alrededores.  La caza de caballos, bisontes, ciervos y la recolección de frutos silvestres eran la base de su subsistencia.  Del ciervo el Homo sapiens aprovechaba prácticamente todo, a parte de su carne, los huesos y astas les servían para la elaboración de bastones de mando, azagayas, arpones perforados, espátulas y agujas para coser.
El valor arqueológico de la cueva El Pendo, en un principio, fue por su registro arqueológico y de arte mueble. No fue hasta la campaña de 1997 llevada a cabo por los investigadores Sanguino y Montes cuando un miembro del equipo (el topógrafo) percibió la presencia de unas pinturas en la parte profunda de la cavidad, en concreto en un amplio panel de 15 a 20 metros de ancho, estaba cubierto de suciedad y gran cantidad de líquenes. Tras una fase de limpieza y restauración se descubrió lo que posteriormente sería conocido como “Friso de las Pinturas”.
Ese gran mural comprendía una decena de ciervas, cabras, caballos, zoomorfos indeterminados y signos y trazos pintados. La técnica utilizada es la del punteado en pinturas hechas con el tampón y dedo con pigmento de oxido de hierro de color rojo.
Podemos considerar que, en la cueva El Pendo, se da una concentración de figuras parietales de características técnicas y estilísticas muy similares a la que se encuentran en la cueva de Covalanas.
Pero quizás, la riqueza de la cueva esté en su arte mobiliar. El valor de las piezas encontradas no tiene ningún otro referente en toda Europa; hablamos de bastones de mando perforados de una gran finura y laboriosidad a la hora de trabajarlos. Así como, una rica colección de objetos grabados en hueso y asta, tales como arpones, azagayas, bastones perforados agujas y espátulas. Hay una rica variedad de animales representados en estos objetos como serpientes, cabras, peces, etc, que nos pone de manifiesto la capacidad de observación que tenían estos grupos humanos y el realismo que derrochaban a la hora de plasmarlo.
Durante este mes de septiembre se llevará a cabo la primera excavación realizada con un equipo multidisciplinar del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social y el Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de la Universidad de Cantabria y estará dirigido por Edgard Camarós, junto a los codirectores del proyecto, Pablo Arias y Marian Cueto.
El objetivo de este proyecto es investigar los procesos evolutivos y el comportamiento del Homo Neandertal y del Homo sapiens sapiens.


Entrada a la cueva.



Vestíbulo principal.
Esplacnocráneo infantil de Homo sapiens. Magdaleniense Inferior.
Venus del Pendo.
Algunas de las azagayas decoradas, arpones de una hilera de dientes, matrices óseas para agujas, agujas con ojo, punzones, punzón decorado con incisiones. Magdaleniense.
Hueso con representación de caballo. Magdaleniense Superior Final. 13.000-11.500 BP.
Bastón de mando.